martes, 30 de marzo de 2010

Entrevista a un Tuareg

Tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo


No sé mi edad. Nací en el desierto del Sahara, ¡sin papeles!
Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali.
He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre.

Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.


- ¡Qué turbante tan hermoso!

- Es una fina tela de algodón. Permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

- Es de un azul bellísimo.

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
- ¿Quiénes son los tuareg?
- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio. Yo lucho por preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio.
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba. Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre. Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante.
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas. Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
- Saber eso es valioso, sin duda.
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja.
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer? me pregunté. Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida. Vi correr el agua y sentí ganas de llorar.
- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome.
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...
- Y lo logró.- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
- ¡Un tuareg en la universidad!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas; allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra. Aquí, por la noche, miráis la tele.
- Sí. ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa. En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego.
- Es un momento mágico. Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor. La calma nos invade a todos, los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor.
- ¡Qué paz!

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.
Entrevista realizada por Victor-M. Amela a Moussa Ag Assarid.
Desde Internet
lyria

lunes, 15 de marzo de 2010

PaRa NunCa JaMáS


Se despertó con un frío intenso, de esos que se te cuela por cada escondite que no tiene nombre. Helada hasta el cerebro, busco a tientas por la cama, pero no estaba. Una noche más, las sabanas quedaban con la escarcha de ninguna caricia.


Se metió en la ducha, hasta que la piel le dolía por el de agua ardiendo, se seco con fuerza, como intentando rasgar la piel de anteriores caricias, de los besos que todavía podía sentir, coagulados en su boca, estallantes, posesivos, carnosos, lujuriosos. Ahora le dolían, ahora tenían un extraño sabor de cansancio y asco.

Pasaron noches, pesadillas que se iba sucediendo como episodios de torpeza, hasta cuando iba a esconder que ya no le quería a su lado?

Fue a los pocos días que coincidió con ella en el ascensor. La del cuarto, le sonreía a modo de saludo, de sobra sabían las dos lo que estaba ocurriendo, y no le salieron las ganas de callar más tiempo.

Le salio espontáneo,
- Me mudo, le dijo, quizás no nos volvamos a ver, -sonrió, -su vecina la miro asombrada, por fin se sentía liberada!!
- ahh!, dijo por respuesta, no sabia que os ibais.


La encontró desconcertada.
-No no, si me voy sola,- le dijo sin dejar de sonreír,- he dejado a mi novio, porque chica últimamente huele a perfume difuso, para mi que esta viéndose con alguna zorra, que con todos mis respetos por tan antiguo oficio, no diré puta, pero que si quiere estar con una furcia, de ahora en adelante se la va a follar sin remordimientos que como sabrás, no hay nada mejor que desatarse lo antes posible de un cabrón.

No hubo ocasión de nada más, pero cuando llegó a casa ya llevaba horas sabiendo que le dejaría para siempre.

Aquella tarde preparo la maleta, y le entrego las llaves,
-Toma Diego, le dijo entregándoselas - no voy a regresar jamás,
Se le quedo mirando con la cara de víctima que ya conocía
-Sabes que no hay motivo, y que me dejas destrozado, estas noches tenia mucho trabajo esta maldita crisis está acabando con la empresa, no volverá a ocurrir.

No pudo sentir en él la más mínima sinceridad ni en sus palabras ni en su rostro , en las que nunca asomaba la frescura de una sonrisa noble.


No entraba en sus planes perpetuar por más tiempo aquella situación.

-Y ésta diego, es la llave de la del cuarto, que estratégicamente guardabas entre tus llaves de oficina, supongo que no querrás que subamos a comprobarlo, la encontré hace dos semanas, pero tranquilo, ella no sospechará nunca que yo lo sabía.

Al salir imagino la escena y el aire fresco le devolvió una sonrisa.
lyria