miércoles, 2 de junio de 2010

Enseñaba a ser libre


La noche iba hilvanando de oscuridad los rincones del mundo. Un sonido nítido le revelaba que tenía a alguien a su lado.

Percibió una voz, cercana. Pego un salto ante su saludo, miró hacia el respaldo de aquel banco donde se había sentado.
Lo reconoció al instante.
Llevaba sandalias, con unos vaqueros desgastados y una camisa medio abierta, y con el pelo por los hombros sonreía. La miraba divertido mientras bebía de una petaca. Y se le alargaban los labios y se le ampliaban los rasgos.

Lara se levanto del asiento. El libro se le cayó de las manos. Hacia rato que ya no leía.

-Toma, dijo él, recogiéndolo del suelo - No sin antes echar un vistazo al título
-Veo que no se pierde el buen gusto por la lectura.
No dijo nada más, parecía que bromeaba.

- Brindaré por ti, mi querida alumna!! - al decir ésto lo escucho reír. Era una risa burlona, con cierto matiz irónico al señalar el recipiente que llevaba en la mano.
Lo conocía, claro que lo conocía. Era su antiguo profesor de literatura.

Saúl permaneció en silencio, pero su pensamiento era veloz, como aves nocturnas de vuelo rápido en la oscuridad.

Ella sabía que su expulsión de la facultad, había sido una total y absoluta injusticia. Después de diez años así lo recordaba todavía. Y no pudo firmar, aún sabiendo que con ello se ganaba más antipatía de la que ya generaba.

Sabía que iban a por él, desde el primer momento que escuchó tanto descrédito, y tanto desprestigio. Era un derrocamiento masivo ante la sensatez y la reflexión.
Se arrinconaban los ideales en un mundo plagado de necios que querían erigirse en la cima del dominio de un sistema decadente de espíritu y pensamiento.

Recordó el día que no volvió a clase, y lo recordó como un día triste y plomizo. Aquel estupido que vino a sustituirle, no permitía comentarios, y tenía el vicio de cambiar las palabras malintencionadamente en embrollos que solo conseguían confundir.
Aquellas clases eran monótonas, y se hacían aburridas, por el poquísimo interés que mostraba por motivar a los alumnos, y lo más vil, aquellos exámenes puestos con la peor intención.

Saúl, era un profesor en el amplio sentido de la palabra. Utilizaba la psicología y la dialéctica. Sabía expresar las palabras en su justo sentido, con matices inteligentes y divertidos.

Recordó como le gustaba provocar a debate, y la manera de inducir a la lectura también incitaba a perder el miedo, a expresar libremente los sentimientos, y a crear palabras llenas de frescura y atrevimiento. Enseñaba a ser libre.

-Me alegro de volver a verte Saúl, y que lograses incorporarte de nuevo.
-El agrado es mutuo, mi estimada Lara, gracias por dejar clara tu opinión en el mejor examen de la vida.

lyria

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